1 de enero de 2012

centenario2012

  



La Perla, el teatro Victoria Eugenia, el hotel María Cristina y el funicular de Igeldo celebran su centenario. 1912 fue un año dorado para la ciudad. En doce meses se levantaron cuatro infraestructuras
sin precedentes que aún hoy perduran
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Faltan sólo unas horas para que el año 2012 entre en todos los hogares y se funda con los brindis por un año nuevo que va a ser muy especial para San Sebastián. A partir de mañana se cumplirán cien años desde que la ciudad se convirtiera en la que es hoy en día. En 1912, este pequeño enclave del Cantábrico estrenó cinco infraestructuras sin las que hoy es muy difícil imaginar San Sebastián y que, en aquel momento, la situaron con paso firme y elegante en los primeros puestos de ciudades más deseadas por los turistas más sibaritas. San Sebastián ya era conocida antes de que tuvieran lugar estos estrenos, pero a partir de ellos dio un salto cualitativo y se convirtió en una ciudad marcada con una estrella en los mapas.
Dos centenarios tienen como escenario el verano de 1912. Concretamente, el mes de julio. En menos de treinta días se inauguraron con toda la pompa de la época el teatro Victoria Eugenia y el hotel María Cristina, por cuyas habitaciones estos últimos cien años han pasado una ristra de estrellas de varias generaciones. Quién se lo iba a decir a una distinguida reina María Cristina cuando se apeó de su carruaje descubierto a las cinco de la tarde de aquel 9 de julio, que aquel hotel que llevaba su nombre iba a alojar a personalidades tan variadas como Mick Jagger o Mata Hari, pasando por Leon Trotsky o Coco Chanel.
El hotel impresionó. Planificado por el arquitecto parisino Charles Mewes, era «lujoso, suntuoso e impresionante», escribían los columnistas de la época. Además de carísimo (costó 1.800.000 pesetas de entonces).
En la recepción de la reina, además de los señores Fourneu y Darricades, administradores del hotel, figuraba un grupo de personas que escribirían otra historia de San Sebastián al promover estas grades infraestructuras, como el presidente de la sociedad de Fomento de San Sebastián, Guillermo Brunet y el alcalde, Marino Tabuyo, empecinado en enriquecer y modernizar la ciudad. Además, también estaba el arquitecto que desarrolló la construcción, Francisco Urcola.
Ahora ven el hotel María Cristina perfectamente integrado junto al río, pero al igual que ocurre actualmente con la estación de autobuses, en su día se anduvo a la gresca para dar con el mejor enclave para levantarlo. La primera propuesta apostaba por erigir el hotel en la plaza Cervantes, frente a la Concha, pero finalmente las protestas vecinales frenaron en seco esta idea.
Los tres 'grandes'
El hotel María Cristina no llegó solo. La sociedad de Fomento tenía como objetivo situar a la ciudad en la vanguardia europea en cuanto a equipamientos atractivos con el fin de competir con otras ciudades balneario que atraían a la burguesía y a la aristocracia del momento, como Biarritz o Cannes, con lo que ideó un proyecto ambicioso que incluía ubicar junto al María Cristina el teatro Victoria Eugenia, así como un palacio de cristal en los jardines de Oquendo.
El palacio de cristal no llegó a ver la luz, pero el teatro sí. Una semana después de que el María Cristina abriera sus puertas con todos los honores, se inauguró este edificio neorrenacentista levantado en arenisca y que luce esculpidos los bustos del Conde de Peñaflorida, Arriaga, Eslava, Gayarre, Gaztambide y Santesteban. Un edificio que, durante cien años, además de levantar pasiones, ha sido el epicentro cultural de Gipuzkoa. Su autor fue el arquitecto Francisco Urcola, que tuvo en cuenta la experiencia de los últimos teatros construidos en Viena y París y que, aparte de grandes obras como ésta, la Perla o el teatro Bellas Artes que tanta atención mediática ha recabado en las últimas semanas, también dejó su selló en la ciudad al diseñar viviendas en las calles Larramendi, Peña y Goñi y Ramón María Lilí.
Y el perlón. Así llamaba la gente al antecesor del que sería La Perla del Océano que hoy conocemos y que nada tenía que ver con la delicada estructura actual incrustada en el paseo de la Concha. Corría el año 1887 y el perlón era un barracón de madera de color rojo chillón. La llegada del nuevo siglo, el fin de la Primera Guerra Mundial y el aire renovador que daría paso a la dulce Belle Epoque requerían de algo más y mejor en este punto privilegiado que mira a la isla de Santa Clara. Las voces de los ciudadanos empezaban a pedir «algo más estético, un balneario acorde a la demanda que no se viera desde la luna», decía un cronista de la época. Y lo consiguieron. Tras el derribo del barracón se proyectó construir el balneario más adelantado de Europa en la hidroterapia moderna, un lugar donde el turista encontrara las más modernas instalaciones que la terapéutica del momento pudiera ofrecer a sus dolencias.
La Perla abrió sus puertas el 2 de julio entre las personalidades donostiarras del momento, que se reunieron en un soleado día en la terraza de la instalación, decorada con cientos de flores y acunados por el sonido de la playa y las olas. En aquella época, los balnearios causaban furor y eran Meca del turismo más pudiente, y lo sabían. Quizá por eso sonríen con satisfacción en las fotos de la época.
Domingo, 25 de agosto. Los ciudadanos han festejado la apertura de tres elegantes edificios, pero están de luto por la muerte de 143 pescadores en la costa cantábrica a causa de una galerna, cuando, por primera vez, se suben en un tranvía inclinado y llegan a la punta del monte Igeldo, para muchos desconocida. Allí se ha abierto un restaurante-casino con vistas «inadjetivables», dicen. El funicular de Igeldo, promovido por Eduardo Dupoy, comenzaba el primero de sus miles de viajes a 50 céntimos de peseta la ida y vuelta. A la vez, se inauguraba el restaurante del monte Igeldo, donde se cenaba, gracias a las soberbias vistas, como «en un trasatlántico de mar.
Los ciudadanos no sólo pudieron acceder a la punta del monte desde un 'tranvía'. También pudieron llegar por primera vez a Irun en 'Topo'. La inauguración de la primera línea hasta Irun se celebró el 5 de diciembre de 1912 a las 11 de la mañana en la plaza de Gipuzkoa. Muchos se acercaron a verlo. No era para menos. Allí relucían los coches construidos en material belga como un sueño de futuro. Un futuro que ha llegado y que este año, lo celebra.
En 1912 también se estrenó el primer 'Topo' que cubría el trayecto de San Sebastián a Irun.        
Recopilado      KACHURI

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