Érase
una vez una cueva en Egía, donde las malas lenguas decían que se reunían las
brujas pirulinas para hacer sus aquelarres. Con una fórmula mágica secreta, confeccionaban un
elixir que exhalaban sus vapores e inundaban con su aroma, todas las casas del barrio.
Cuando
las mujeres de Egía lo aspiraban, se quitaban el delantal y salían de casa
corriendo. De veían cuadrillas que iban hacia la cueva, allí cantaban,
bailaban, hacían teatro y también aprendían a leer y escribir y mil cosas
nuevas para ellas, como relacionarse, hablar delante de sus compañeras sin
temor a la críticas y esperar opiniones sin que se las juzgara. Se volvieron más
críticas con la sociedad, que hasta ese momento les había negado sus derechos y
poco a poco, se fueron convirtiendo en mujeres más exigentes, más cultas, más
libres y autónomas.
El
elixir hacia su efecto y el éxito se hizo público pues las mujeres ya tenían su
sitio, su espacio en las instituciones. Desde otros barrios se acercaban
expectantes porque ellas también querían ser como las mujeres de Dandai, el
nombre que le habían puesto a la cueva.
No
hemos hablado de los maridos ¡ay los maridos! Al principio estaban asustados de
esta pequeña revolución, pero se dieron cuenta (necesitaron su tiempo) de que
eran más interesantes estas cónyuges “listillas” que no se limitaban a hacer
sus labores, sino que podían hablar con ellas de mil cosas diferentes, que se
preocupaban de que sus hijas tuvieran las mismas oportunidades que sus hijos,
que se formasen para salir a la sociedad y desarrollaran una vida laboral
satisfactoria.
¡Todo muy bonito!. Pero la
sombra del macho cabrío, alias patriarcado, alias machismo, planeaba por encima
de sus cabezas, de todas las cabezas de las mujeres.
Por
más que las brujitas intentaron nuevas pócimas que lo ahuyentase, volvía una y
otra vez para acabar de golpe con las ilusiones y deseos de libertad de algunas
mujeres ¡víctimas y más víctimas!
Las
brujitas pirulinas, se dieron cuenta de la lucha contra el patriarcado y el
machismo no iba a ser un camino de rosas y que tristemente como en todas las
revoluciones habría víctimas.
Se
les ocurrió hacer un elixir súper mágico, para empoderar a las mujeres y darles
herramientas para vencer esa lacra.
Una
bruja de Zumárraga, tuvo una idea mágica: las mujeres de Dandai debían escribir
sus curriculums, sus experiencias vitales y solo de esta manera conseguirían subir
su autoestima y empoderarse al darse cuenta de que su trabajo, cuidados y
deberes, no remunerados, habían contribuido a hacer una sociedad mejor y que
esto llego en un momento en que las brujas pirulinas, fueron reclamadas desde lugares lejanos, donde sus aquelarres eran
muy necesarios.
Se
fueron tranquilas pues aquellas mujeres de la cueva de Egia DANDAI, como este
nombre indica, habían empezado vacilantes, pero ahora caminaban, fuertes y
seguras
¡!
Colorín colorado, este cuento, se ha acabado!!
Pilar
Romea
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